Monday, December 10, 2007



El Problema de la historia: Nietzsche/benjamin


Tras el intento de elucubración de la concepción –y critica- Nietzscheana a la historia como un corpus macizo, lineal, causal, teleológico y más aun teológico. Es que intento desde Foucault y su lectura de Nietzsche, en “Nietzsche, la genealogía, la historia” poner de manifiesto ciertas cuestiones elementales en Nietzsche que hacen sospechar que si bien no es totalmente explicita y directa la critica a la filosofía de la historia y a la historia de la filosofía, se manifiestan aun así interrupciones concretas en la historia misma, poniendo de manifiesto el rechazo absoluto a los calificativos epocales y a las concepciones colectivas (que por lo demás aun se mantienen) de la historia expuestas al principio. Para esto, a mi juicio, es también necesario o por lo menos ilustrador poner a la palestra, llamar a escena un texto de Walter Benjamin, donde explícitamente desde un cuadro de Paul Klee, gesta y funde su critica a la visión lineal de la historia y donde luego propone la noción de la historia como una interrupción no-lineal sino mas bien “monadica” a mi juicio no hay una claridad en los cortes pasado-presente-futuro sino mas bien una borradura que mantiene esta tríada como una homogeneidad, como una monada.

Dice Foucault que "La historia aprende también a reírse de las solemnidades del origen"[1]. Con ello nos está diciendo bastante acerca de la filosofía de la historia de Nietzsche. La tesis que mantiene Foucault es que la postura de NIetzsche sobre este tema es ante todo reveladora. Tras la solemnidad que la historia tradicional y racionalista da al origen de cualquier aspecto social (en este caso nos centraremos en los valores morales), Nietzsche nos hace aparecer lo cómico y casi lo grotesco que podemos encontrar en la procedencia de los valores morales que imperan en la actualidad.

Lo importante, desde mi modesta opinión, es el distinto lugar del que vienen los valores morales en la filosofía racionalista platónico-cristiana y en la filosofía de Nietzsche.

La Genealogía de la moral supone un giro completo en el modo de abordar el nivel axiológico de la conciencia. Según la filosofía platónico-cristiana que Nietzsche critica, hay que buscar el origen de nuestra moral en lugares nobles, en boca de personajes ilustres (como Jesucristo) o nacidos de la inspiración que las divinidades producen en el hombre. Para Nietzsche nada más lejos de la realidad. Hay que buscar los orígenes (utilizando el término en un sentido cotidiano, fuera de la distinción de Foucault) en lugares escondidos, mezquinos, en la envidia rastrera de los débiles, que se han acabado imponiendo a la moral de los nobles.

Utilicemos el ejemplo de uno de los preceptos morales más representativos del cristianismo, el “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (concepto altamente analizado por freud también en su texto “el malestar en la cultura”), para rastrear genealógicamente su procedencia, comparando los resultados obtenidos por este método con el supuesto origen otorgado por la versión oficial. Según la Biblia, fueron las palabras de Jesucristo las que introdujeron este precepto como uno de los mandamientos capitales en la conducta ética de un buen cristiano. La supuesta garantía de verdad de este precepto es su origen divino, lo que da a la moral cristiana categoría de Verdad Absoluta, de incuestionable. Nietzsche rechaza absolutamente esta versión de los hechos, afirmando que detrás del ensalzamiento de tal precepto se encuentra una condición de vida enfermiza, débil. La rebelión de los débiles, de los enfermos, de los que niegan la vida es la verdadera responsable de que este absurdo valor (amar al prójimo como a uno mismo, como si eso fuera posible) se haya entronizado y sea repetido en hipócritas discursos religiosos dictados por sacerdotes que viven de la pobreza del pueblo al que hablan. Hay que abrir bien los oídos ante las palabras de Nietzsche: " El “por el prójimo” es la virtud tan sólo de las gentes pequeñas... Vuestra obra, vuestra voluntad es vuestro “prójimo”: ¡no os dejéis inducir a admitir falsos valores! "[2] . Así considerado, el precepto de amar al prójimo como a uno mismo pierde el carácter absoluto que la religión le había intentado dar. El rechazo de Nietzsche a esta mentira acerca de la procedencia de los preceptos cristianos queda patente: "¡Aire viciado!, ¡Aire viciado! Ese taller donde se fabrican ideales. Me parece que apesta a mentiras"[3]. Únicamente hay que considerarlo como el intento de los débiles de establecer una igualdad que les salve de la diferencia natural que les separa de los nobles, de los fuertes, de los que aman y aceptan la vida tal y como es.

Hay un momento en la historia en que, por culpa del pueblo judío, se lleva a cabo un cambio de valores. El término bueno, en la moral de los nobles, antes del advenimiento del cristianismo, quería decir fuerte, noble. Por contraposición el término malo viene a significar la ausencia de esa fuerza de esa nobleza que caracteriza al bueno. Es entonces, a partir de la revolución de los débiles cuando se impone la moral cristiana, judía y se cambian de sentido los términos de bueno y malo. Dice Nietzsche "En Roma se consideraba al judío convicto de odio contra todo el género humano"[4]. El bueno, ahora, viene a significar el débil, el altruista, el que dice querer al prójimo, el que no soporta la vida tal y como es y necesita de la creencia en otros mundos para subsistir. Por contraposición el malo viene a ser el hombre fuerte, noble, que acepta sus instintos de libertad y de vida, el que ama de la violencia y del aire frío de la montaña. Se le etiqueta de malvado, que es el sentido que adquiere ahora el término de malo. "¿Quién de ellos ha vencido, entretanto, Roma o Judea? No hay, desde luego, la más mínima duda: considérese ante quién se inclinan hoy los hombres en la misma Roma...”[5]. Nietzsche se basa en amplios estudios filológicos e históricos par a llegar es tales conclusiones en los que no vamos a entrar porque no es el objetivo directo de este estudio. Lo relevante es darse cuenta de la manera en que Nietzsche invierte el sentido de la axiología cristiana para colocarla en el lado opuesto de lo deseado desde su óptica. Todo lo que aparece como bueno, como correcto, como deseable es tachado por Nietzsche de aborrecible, de apestoso. El origen de lo cristiano hay que situarlo, entonces, en la conciencia enferma de los que no tienen fuerza para vivir y que no aceptan la vida. Resulta inválida, a la luz de esta consideración, cualquier argumentación de tipo metafísico y racionalista que intente justificar la moral cristiana como absoluta. Nietzsche se encarga de demostrar, al menos para quien tenga ojos para ver, como decía él, que cualquier moral, así como cualquier valoración, descansa en unas determinadas condiciones de vida.

La filosofía nietzscheana resulta crítica no sólo con la tradición cristiana, sino con gran parte de la filosofía racionalista del tipo Kant o Hegel, que erigiendo la razón Absoluta como juez supremo, han intentado demostrar la validez de tales preceptos defendidos por la tradición desde Platón y el Cristianismo. El Imperativo Categórico de Kant es criticado como presunto Absoluto desde el momento en que es considerado como la opción por una racionalidad al servicio del rebaño, de las personas con espíritu gregario, del que tanto se separaba Nietzsche.

La filosofía nietzscheana de la historia consiste en la aplicación de su peculiar enfoque desenmascarador a la historia. Foucault también cita a Nietzsche en su libro: " que la verdad permanece verdad cuando se le arranca la venda; hemos vivido demasiado para estar persuadidos de ello[6]. El método genealógico lo que hace es disponernos en contra de cualquier reconstrucción racional de la historia. Nada es como nos parece ni como nos han contado. Todo proviene de la lucha entre intereses particulares. La voluntad de poder entendida como un instinto de vida es el verdadero motor de la historia. La interpretación de la historia como una evolución teleológicamente guiada es denunciada por Nietzsche como falsa. La única ley que reina en la historia es el azar. Como dice Foucault: " El genealogista necesita de la historia para conjurar la quimera del origen un poco como el buen filósofo tiene necesidad del médico para conjurar la sombra del alma. "[7]. La moral cristiana, de la que la metafísica filosofía de la historia nos pretende relevar sus gloriosos origenes, no es ni más ni menos que una determinada opción vital, la de los débiles, los gregarios, que, lamentablemente (pensará Nietzsche), se ha acabado por imponer en esta lamentable Europa de borregos.

Lo bueno, lo deseable en sí mismo no existe. Ninguna racionalidad puede pretenderse a sí misma lo suficientemente absoluta como para declarar universalmente válida cualquier moral. Detrás de todo enunciado ético encontramos una particular voluntad de poder, un instinto de conservación que dirige la razón. Todo el credo cristiano deriva, en última instancia, del egoísmo de los miserables débiles que no enseñan sino a odiar la vida.

La Historia se considera, desde el punto de vista de Nietzsche, como una reconstrucción pretendidamente objetiva de los acontecimientos, a la luz de una determinada racionalidad, que como expresión de un determinado egoísmo particular, resulta sesgada. La genealogía, en cambio, renunciando a cualquier reconstrucción con pretensiones de universalidad, se impone como tarea desvelar los intereses particulares ocultos (ocultos, y esto es lo que interesa desde el punto de vista de la Filosofía de la Historia, en sus orígenes) de cualquier afirmación.

Es en este punto donde Benjamin daría la mano a Nietzsche y asumiría un relevo para continuar con la crítica a la historia. Antes bien, veamos la pre-ocupación de Benjamin –que por cierto no excluye a Nietzsche- en su pensamiento y consecuencias con respecto a la critica al historicismo.

La historia, la memoria, el progreso y la modernidad, son conceptos con los cuales nos bombardean a diario para justificar el accionar político- económico en el cual estamos inmersos. Pero ¿qué son la historia, la memoria el progreso y la modernidad?
Según la tradición judío-cristiana –rememorada por Nietzsche tambien en su trabajo genealógico como antes intente de poner de manera manifiesta-, (en la que estamos inmersos moral, cultural e históricamente como civilización occidental) nos impone una concepción lineal de historia, tautológica y teleológica, con un inicio –prehistoria o génesis- y un fin –la redención y el juicio final- esta historia nos propone una concepción evolutiva y progresista de la sociedad. – la sociedad de hoy, es mejor que la de ayer y la de mañana será mejor que la de hoy día.
Esta historia universal temporalizadora ilustrada y positivista, esta dominada por la racionalización, es la historia de la dominación y la violencia, es la separación del sujeto del objeto, del hombre y la naturaleza donde esta ultima es vista como algo negativa. Esta lectura lineal de la historia, aparece con la lectura moderna y organizada del tiempo y esta lectura es siempre ideológica y nos presenta los hechos históricos como únicos e irrepetibles.
La teoría clásica o tradicional, tiende a construir una noción idílica de la modernidad, asociando de forma indiscriminada a la modernidad y al progreso, siendo que la modernidad no es sinónimo de progreso, por cuanto ambos conceptos no son homologables.
Los fenómenos históricos, culturales y sociales, siendo presentados como fenómenos ideológicos, se naturalizan, por cuanto se ven cómo si siempre fueran así, aquello que no nos cuestionamos se cosifican, y lo que se pierde, es precisamente su condición histórica, se nos aparecen a nuestra conciencia como si fueran naturales.

Benjamin, en los fragmentos sobre la historia, presenta una crítica a la concepción lineal de la historia, a la memoria – impuesta por el discurso de los vencedores- y el progreso.
La tesis 9, del Angelus Novus, cuya interpretación Benjamin la hace a partir del cuadro de Paul Klee, nos muestra con una gran claridad los procesos históricos, económicos y sociales, en los cuales estamos inmersos.
“Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él está representado un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que mira atónitamente. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, abierta su boca, las alas tendidas. El ángel de la historia ha de tener ese aspecto. Tiene el rostro vuelto hacia el pasado. En lo que a nosotros no aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una sola catástrofe, que incesantemente apila ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. Bien quisiera demorarse, despertar a los muertos y volver a juntar lo destrozado. Pero una tempestad sopla desde el paraíso, que se ha enredado en sus alas y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al que vuele las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Esta tempestad es lo que llamamos progreso”[8].
En el Ángelus Novus, Benjamin reconoce la estructura lineal de la historia, su tautología y su teleología. Ante una serie de acontecimientos aparentemente distintos el ángel de la historia ve solo uno, la ruina. Pero no puede detenerse a observar esta ruina, ya que la tormenta que viene del paraíso (el progreso) no lo deja ver el pasado, este constante ir hacia el futuro no nos permite ver la ruina del presente. La historia esta plagada de esta ruina, de la dominación y de la barbarie y lo que aparece en la historia como procesos únicos, es pura repetición. Nuestra historia reciente esta hecha sobre la ruina, ya que la ruina es inseparable de la historia, donde el progreso separa a esta ruina del futuro.

La naturaleza no tiene una teleología, la caducidad la transforma en transitoriedad, es decir que la naturaleza expone a la historia a su naturaleza transitoria y caduca, el resultado de esto es la discontinuidad de la historia. Por cuanto la relación entre muerte y significado o de la cosa y lenguaje debe leerse ahora como una relación entre naturaleza y historia. Ya que según lo expuesto por Benjamin, la significación es historia.

Este cruce entre la historia y la naturaleza, deja un espacio al cual Benjamin denomina ruina, esta ruina esta doblemente firmada, por la naturaleza y por la historia. Debido a esto la ruina se transfigura en naturaleza cuando quiere ser subsumida por algún concepto histórico o se transforma un puro significado cuando quiere ser integrada por la naturaleza, la ruina esta enraizada en si misma y a la vez olvidada de si, no reconociendo ninguna interpretación histórica, ya que la ruina no habita en la memoria por lo tanto no podría demandar ninguna forma originaria.

La historia se despliega a través de los significados que han sido capaces de dar significado al mundo de los hombres y esto es porque no se puede dar con la unidad de sentido donde la cosa y el significado se relacionan de manera transparente. La fatalidad de la historia, esta dada por la imposibilidad de presentar a la cosa si no es mediante otra cosa – lenguaje sobre el lenguaje- por lo cual la cosa siembre es otra cosa, esto hace que la historia sea imprecisa ya que esta impregnada del lenguaje.


[1] Foucault, Michel. “Nietzsche, la genealogía, la historia”. Versión electrónica http://www.inicia.es/de/diego_reina/contempo/mfoucault/niet_geneal_hist.htm. Pag 2.

[2] Nietzsche, Friedrich. Así habló zaratustra. Cap: “Del hombre superior”. 11. Pág. 180. versión electrónica. www.librodot.com

[3] Nietzsche, Friedrich. Gen. moral. Pág.54 Alianza Editorial.

[4] Nietzsche, Friedrich. Gen. moral. Pág.59 Alianza Editorial.

[5] Nietzsche, Friedrich. Gen. moral. Pág. 60.Alianza Editorial.

[6] Foucault, Michel. “Nietzsche, la genealogía, la historia”. Versión electrónica http://www.inicia.es/de/diego_reina/contempo/mfoucault/niet_geneal_hist.htm. Pág. 2.

[7] Foucault, Michel. “Nietzsche, la genealogía, la historia”. Versión electrónica http://www.inicia.es/de/diego_reina/contempo/mfoucault/niet_geneal_hist.htm. Pág. 3.

[8] Benjamin, Walter. “tesis de filosofía de la historia”. Novena tesis. Versión electrónica. Ed. Revolta global. Pág. 5

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